Estado y mercado: Dos caminos preferidos para ganar dinero
El objetivo buscado en la mayoría de las negociaciones políticas es el dinero público del presupuesto o el dinero del público que los cazadores de rentas buscan obtener del gobierno, apropiándose del excedente de los consumidores. De forma esquemática, en este mundo hay tres caminos para obtener rentas o utilidades:
1.Competir en un mercado libre; un camino en el que las rentas, conforme avanza la competencia, tienden a disminuir y que exige una constante renovación de la productividad o "destrucción creativa". En este camino, los consumidores tienen en sus manos el poder efectivo.
2.Obtener mediante un arreglo político con el Estado una porción de los recursos presupuestarios y dedicarse a negociar sucesivos avances en esa apropiación del presupuesto. Aquí, los políticos –los que deciden el presupuesto– tienen el poder efectivo.
3.También mediante un arreglo político obtener del Estado determinadas reglas del juego que permitan apropiarse de los excedentes del consumidor; tales reglas del juego en realidad autorizan abierta o veladamente el ejercicio de prácticas monopolísticas –en nombre de alguna causa más o menos noble, como la defensa de los intereses de los trabajadores o la preservación de los valores nacionales– y pueden ser aranceles a la importación, restricciones de entrada a nuevos competidores en el mercado, estatutos de exclusividad. También aquí los políticos, quienes diseñan o aplican las leyes, reglamentos y regulaciones, tienen el poder efectivo.
2.Obtener mediante un arreglo político con el Estado una porción de los recursos presupuestarios y dedicarse a negociar sucesivos avances en esa apropiación del presupuesto. Aquí, los políticos –los que deciden el presupuesto– tienen el poder efectivo.
3.También mediante un arreglo político obtener del Estado determinadas reglas del juego que permitan apropiarse de los excedentes del consumidor; tales reglas del juego en realidad autorizan abierta o veladamente el ejercicio de prácticas monopolísticas –en nombre de alguna causa más o menos noble, como la defensa de los intereses de los trabajadores o la preservación de los valores nacionales– y pueden ser aranceles a la importación, restricciones de entrada a nuevos competidores en el mercado, estatutos de exclusividad. También aquí los políticos, quienes diseñan o aplican las leyes, reglamentos y regulaciones, tienen el poder efectivo.
En la mayoría de los países de Hispanoamérica, las grandes fortunas se han forjado mediante los caminos 2 y 3 arriba mencionados. Es decir, a través de arreglos políticos que o expolian a los contribuyentes (camino 2) o expolian a los consumidores (camino 3). El camino de la competencia en el libre mercado, que supone una batalla constante por incrementar la productividad para mantenerse en el mercado o ganar nuevas porciones de él, no sólo es mucho más difícil, sino que suele ser condenado por la mayoría de los políticos, debido a que le resta poder a los gobiernos, es decir, a los mismos políticos y funcionarios.
Respecto al camino 2. El presupuesto público es, en cierta forma, el resultado de un proceso de expansión del gasto gubernamental que tiende al infinito, "en tanto la ganancia marginal de votos generada por el gasto supere la pérdida marginal de votos ocasionada por los impuestos requeridos para financiar el gasto" (Anthony Downs en "Teoría Económica de la Democracia", 1957). En este sentido, la situación actual es exactamente la misma que en octubre de 2000. Las reacciones airadas en contra de cualquier crítica a los beneficiarios de ese gasto se entienden de sobra: defienden sus rentas.
Respecto del camino 3, ¿alguien puede extrañarse que algunos de los grandes magnates latinoamericanos siempre prefieran persuadir a políticos y funcionarios públicos que convencer a millones de consumidores? No, esos señores saben que quien decide en este camino nunca es el consumidor, quien por el contrario resulta expoliado.
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