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23.9.08

Mi jefe va a acabar conmigo

Jaana Kuoppala y su equipo del Instituto Finlandés de Salud Laboral, en Helsinki, han llevado a término una revisión de un total de 27 estudios de los 109 seleccionados, publicados entre 1970 y 2005, en los que se ha analizado en profundidad cómo influyen los jefes en la salud y en el bienestar de sus empleados.
La investigación, publicada en el 'Journal of Occupational and Enviromental Medicine', constata que los trabajadores a las órdenes de un buen jefe están menos días enfermos y requieren de menos bajas laborales. Concretamente, estos afortunados empleados tienen un 27 por ciento menos de riesgo de enfermar y un 46 por ciento menos de posibilidades de solicitar una baja por discapacidad. Así, estos datos confirman la teoría de que los superiores bien preparados, que promueven un buen ambiente laboral, así como unas óptimas condiciones de trabajo, reducen los problemas de salud de los compañeros que están bajo su cargo. Es por este motivo que las empresas deberían seguir de forma rutinaria la trayectoria de sus trabajadores y realizar un esfuerzo importante por mejorar las condiciones en las que estos realizan sus funciones. Un ambiente laboral irrespirable es algo que se nota a distancia y que, lógicamente, repercute negativamente en la salud de los empleados. Lo mismo sucede cuando una persona no se siente realizada en su trabajo, se le encomiendan labores que están por debajo de sus capacidades o se le acosa de alguna manera.
Resulta normal, pues, que visto lo visto, un 36 por ciento de los trabajadores piense que haría examinar a su jefe por un psicólogo. Y aunque está muy extendido el concepto de que ser jefe es un arte que se tiene o no se tiene, en realidad, es una tecnología que se aprende. Los malos jefes son los que generan un clima malo, difícil de aguantar. No toman decisiones, lo que favorece que muchos empleados se aprovechen de esta situación y se genere por ello un caldo de cultivo que deteriora la salud del resto de empleados. En este caso, es extremadamente importante también que la función de los superiores sea evaluada y que se promocione a aquellos con una conducta más ejemplar en todos los ambientes laborales.
Volviendo al estudio, vemos que éste proporciona la confirmación de que los líderes intervienen en los niveles de estrés, en el síndrome de Burnout (profesional quemado), la ansiedad, la salud psicológica y el bienestar físico que padecen sus trabajadores. Todos estos factores negativos tienen un elevado coste para las compañías en gastos médicos, accidentes, problemas de seguridad, estado de ánimo de los empleados o, incluso, desperdicio de talento. Los trabajadores a las órdenes de los líderes más inteligentes emocionalmente son más productivos, efectivos y gozan de mejor salud que aquellos cuyos supervisores son mediocres. Estos últimos líderes pueden provocar desde estrés laboral en sus empleados hasta aumentar su riesgo de hipertensión y ataques al corazón.
Y no es asunto baladí. Sin ir más lejos, el estrés laboral se ha convertido en un factor de riesgo psicosocial que sólo en la Unión Europea afecta a más de 40 millones de empleados. Al otro lado del Atlántico tampoco se quedan cortos, asegurando los expertos en salud mental que este último año se ha producido un incremento importante de los casos de esta dolencia. De hecho, la Asociación de Asistencia Profesional al Empleado estadounidense afirma que las peticiones de los trabajadores para participar en programas de ayuda para problemas mentales o personales han aumentado un 10 por ciento.
Un reciente estudio llevado a cabo por la Organización Gallup, que lleva más de 70 años investigando el comportamiento humano y es una de las firmas más reconocidas en sondeos de opinión y consultoría, determina que los grupos de trabajo mal dirigidos son un 50 por ciento menos productivos y un 44 por ciento menos rentables para sus respectivas empresas. Además, esta entidad subraya que los malos jefes hacen perder talentos para las compañías. No sólo eso. Hacia ellos apunta además la mayor parte de la responsabilidad de otro factor de riesgo psicosocial reconocido en los últimos tiempos: el "mobbing" o acoso psicológico en el trabajo.